domingo, 5 de septiembre de 2010

P. Josemaría Escrivá

Vivir la Santa Misa es permanecer en oración continua; convencernos de que, para cada uno de nosotros, es éste un encuentro personal con Dios: adoramos, alabamos, pedimos, damos gracias, reparamos por nuestros pecados, nos purificamos, nos sentimos una sola cosa en Cristo con todos los cristianos.




Quizá, a veces, nos hemos preguntado cómo podemos corresponder a tanto amor de Dios; quizá hemos deseado ver expuesto claramente un programa de vida cristiana. La solución es fácil, y está al alcance de todos los fieles: participar amorosamente en la Santa Misa, aprender en la Misa a tratar a Dios, porque en este Sacrificio se encierra todo lo que el Señor quiere de nosotros.



Permitid que os recuerde lo que en tantas ocasiones habéis observado: el desarrollo de las ceremonias litúrgicas. Siguiéndolas paso a paso, es muy posible que el Señor haga descubrir a cada uno de nosotros en qué debe mejorar, qué vicios ha de extirpar, cómo ha de ser nuestro trato fraterno con todos los hombres.



El sacerdote se dirige hacia el altar de Dios, del Dios que alegra nuestra juventud. La Santa Misa se inicia con un canto de alegría, porque Dios está aquí. Es la alegría que, junto con el reconocimiento y el amor, se manifiesta en el beso a la mesa del altar, símbolo de Cristo y recuerdo de los santos: un espacio pequeño, santificado porque en esta ara se confecciona el Sacramento de la infinita eficacia.



El Confiteor nos pone por delante nuestra indignidad; no el recuerdo abstracto de la culpa, sino la presencia, tan concreta, de nuestros pecados y de nuestras faltas. Por eso repetimos: Kyrie eleison, Christe eleison, Señor, ten piedad de nosotros; Cristo, ten piedad de nosotros. Si el perdón que necesitamos estuviera en relación con nuestros méritos, en este momento brotaría en el alma una tristeza amarga. Pero, por bondad divina, el perdón nos viene de la misericordia de Dios, al que ya ensalzamos —Gloria!—, porque Tú solo eres santo, Tú solo Señor, Tú solo altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.

Fuente: "Es Cristo que pasa". Eucaristía misterio de fe y amor punto 88, tampoco te pierdas el 87 http://www.escrivaobras.org/book/es_cristo_que_pasa-punto-87.htm

(lo del Confiteor es el 'yo confieso')

5 comentarios:

Margalida dijo...

Se siente vibración de la buena por todos los costados.

Theo dijo...

Hola. Es una vibración armónica ¿verdad? hermana Margalida, nos mete en el gran corriente del amor entre hijo y padre, es muy interesante leer a los santos, y ver lo suyo como nuestro también,siendo distintos tenerlo todo en común. Gracias por comentar.

Anónimo dijo...

la SAnta Misa es el centro de mi vida diaria en estos momentos, gracias a Dios. Es todo un Milagro en el que no somos expectadores, sino que Dios quiere que participemos con todo nuestro ser, nuestra capacidad amatoria, ofreciéndole a Dios Padre lo que más ama, lo único que reamente le agrada: su Hijo Sacramentado, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, en expiación por nuestros pecados y los del mundo entero. Y luego ofrecernos nosotros con Él y en El, para la salvación de las almas. ¡Un excelente programa de vida! ¿no crees?
Gracias por hablarnos de la Misa, con tanta unción.
;O)

Miriam dijo...

Pues eso... que mañana estos dos posts me ayudaran a vivirLa mejor ¡¡

Te paso un enlace por si no lo conoces.
No hace falta publicar el comentario con el enlace, te lo envío por si te interesa
http://www.autorescatolicos.org/catalinalibro01.pdf
Genial semana¡¡¡

Theo dijo...

Hola. Lo es también en mi vida hermana Felicitas y es un milagro más de nuestro Señor, los santos sacerdotes nos hablan, hay que escucharlos.

Gracias hermana Miriam, me interesa.
Gracias por comentar.